Los ligamentos cruzados
Los ligamentos cruzados son dos, el anterior y el posterior, y están situados en el interior de la cavidad articular de la rodilla. Su lesión puede causar una gran inestabilidad y alteración de la movilidad articular. Controlan sobre todo los movimientos de deslizamiento hacia adelante y hacia atrás de la tibia en relación al fémur, necesarios para que se efectúen con normalidad la flexión extensión de la rodilla y los movimientos laterales y de rotación de la misma.
Estos ligamentos tienen poca irrigación al ser intraarticulares y fácilmente se retraen al romperse, hecho que no favorece su cicatrización; por tanto, en caso de rotura total, para restablecer la función normal de la rodilla es necesaria su sustitución.
Las pruebas que valoran la competencia y funcionalidad de los ligamentos cruzados son las llamadas "cajón" anterior y posterior; se evalúan de forma comparativa con la rodilla sana, la cantidad de desplazamiento hacia adelante y hacia atrás de la extremidad proximal de la tibia en relación a la porción distal del fémur. Se llevan a efecto con el paciente relajado y la rodilla en diferentes grados de flexión.
LCA
El ligamento cruzado anterior (LCA) es el que con mayor frecuencia se lesiona; se extiende desde la parte anterior de la tibia a la parte posterior y externa del fémur. Se tensa en los movimientos en los que se desliza hacia delante la tibia. Con frecuencia se produce la asociación de la lesión de este ligamento con la del ligamento lateral interno y la del menisco interno, a lo que se llama tríada desgraciada.
LCP
El ligamento cruzado posterior (LCP) se extiende desde la parte posterior de la tibia a la parte anterior e interna del fémur. Su tensión aumenta con los movimientos de deslizamiento hacia atrás de la tibia.
Causas de ruptura de los ligamentos cruzados
La lesión de los ligamentos cruzados está causada por fuerzas que provocan una tensión extrema de los mismos.
En el caso del ligamento cruzado anterior, el mecanismo de lesión más frecuente se produce al colocar la rodilla en valgo y rotación externa, aunque también puede producirse en una hiperextensión de rodilla o en un varo y rotación interna.
Otro posible factor es la falta de control o de fuerza muscular, ya que la contracción puede evitar o dificultar que el ligamento llegue a una máxima tensión.
Es muy habitual la lesión del ligamento cruzado anterior en traumatismos sufridos en la práctica deportiva (sobre todo esquí y fútbol).
La lesión del ligamento cruzado posterior es frecuente en los accidentes de tráfico, en los que se produce una fuerza hacia atrás sobre la parte proximal de la tibia (debido al choque contra el salpicadero), que somete a excesiva tensión al ligamento y provoca su rotura.
Síntomas de lesion de los ligamentos cruzados de rodilla
Los síntomas más habituales en una rotura total o parcial de los ligamentos cruzados son:
• Inestabilidad de la rodilla (fallo al andar, haciéndose más notorio durante la carrera).
• En el momento agudo de la lesión, dolor, edema y derrame sanguíneo dentro de la articulación (hemartrosis).
• Debido al exceso de deslizamiento hacia adelante o hacia atrás de la extremidad proximal de la tibia se produce un aumento de las fuerzas de rozamiento entre las superficies articulares, lo que favorece la aparición de procesos degenerativos del cartílago articular y como consecuencia dolor, derrame o edema ocasionales.
• Con el paso del tiempo y debido a la protección que se ejerce sobre la rodilla lesionada, se instaura progresivamente una atrofia generalizada de la musculatura de la extremidad inferior, pero especialmente del músculo cuádriceps.
Tratamiento
El tratamiento de elección, en un paciente joven y con actividad deportiva, es la ligamentoplastia, sustitución quirúrgica del ligamento por una plastia obtenida de tendones del mismo individuo; la más típica es usando el tendón del músculo semitendinoso y del recto interno (TM) o una porción del tendón rotuliano del cuádriceps (HTH). Con esto se prepara un injerto y se fija mediante tornillos dentro de la articulación de la rodilla en la dirección del ligamento.
Si el tratamiento elegido no es la reconstrucción quirúrgica, se efectua tratamiento conservador para mejorar la estabilidad de la rodilla y minimizar futuros procesos degenerativos. Para ello, la Fisioterapia cuenta con los siguientes medios:
- Técnicas de fortalecimiento de la musculatura flexora de la rodilla, para estabilizar la articulación y evitar el deslizamiento excesivo de la tibia hacia adelante.
- Técnicas de fortalecimiento de la musculatura extensora (cuádriceps), debido a la precoz instauración de la atrofia en los períodos de inmovilización prolongada. Para obtener este objetivo se pueden aplicar corrientes farádicas, que refuerzan la contracción muscular, apoyándose en la utilización del biofeedback, que facilita la concienciación y estimulación de la contracción.
- Corrientes analgésicas, con la finalidad de obtener alivio del dolor.
- Ultrasonido, para reducir la inflamación.
- Técnicas de reeducación de la propiocepción, encaminadas a obtener una mejoría del control articular.
- Reiniciación progresiva de la actividad deportiva.
- Si el tratamiento elegido es la reconstrucción quirúrgica mediante una plastia, las técnicas de Fisioterapia se realizarán en función de la duración y evolución de la cicatrización y del proceso de reparación tisular. Cuanto antes se inicie el tratamiento fisioterapéutico, incluso antes de la intervención, menos posibilidades existen de que se ide una atrofia muscular y rigidez articular.
En fases más avanzadas de la recuperación se pueden añadir:
- Técnicas de reforzamiento muscular con pesos directos.
- Movilizaciones pasivas, activas y forzadas con el fin de obtener la amplitud articular completa.
- Reeducación de la marcha.
- Aplicación de dinamometría isocinética.
- Técnicas de reeducación de la propiocepción.
- Un programa de incorporación progresiva a la actividad laboral y/o práctica deportiva.
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